Los síntomas de Berlioz
Un enigma médico que ni House lo hubiera resuelto
Dentro de las ciencias humanísticas -compuesto idiomático bimembre que suena casi afrentoso para muchos de quienes se desempeñan dentro de las ciencias duras-, la semiología (o la semiótica) se ocupa de los sistemas de comunicación humana estudiando los signos, en su más vasta acepción, y los modos en los cuales se combinan en la construcción de sentido. Pero antes de la irrupción de la semiología dentro de las ciencias del saber, un hecho que tuvo lugar en las últimas décadas, el término era de uso casi exclusivo de la medicina. La semiología era el cuerpo de conocimientos médicos que favorecía la aproximación hacia un diagnóstico a partir del estudio de los signos clínicos (elementos objetivos) o de los síntomas (componentes subjetivos). La suma de unos y otros permitía y permite al médico aproximarse a la conformación de un cuadro patológico determinado. Con todo, los signos pueden no ser definitivos y los síntomas, difusos, inexplicables o, mucho peor, inaprensibles, enigmáticos y contradictorios. Para desconcierto total del facultativo destinado a la diagnosis, el escritor/paciente escribió lo siguiente: "Mis arterias se estremecen violentamente, las lágrimas estallan e indican tan sólo un estado que puede intensificarse. Si alcanzo la faz siguiente, mis músculos se contraen de forma espasmódica, me tiemblan las extremidades, se me entumecen las manos y los pies. En determinado momento, se me nubla la vista, me mareo y casi pierdo el sentido". Neurólogos, psiquiatras y clínicos, abstenerse. Pasional, enjundioso y romántico hasta la médula (ni la ósea ni la raquídea), Hector Berlioz, simplemente escribía una carta en la que relataba el cuadro emocional que le provocaba la escucha de buena música.
Fuente: LA NACION - Espectáculos