¿Para qué sirve Brahms?
Según Anton Rubinstein, Brahms no tenía ninguna utilidad
En el siglo XIX, con el avance del nacionalismo, en todos sus alcances, se fueron despertando recelos y sospechas sobre los valores de los compositores de otras regiones. Si hasta ese entonces se podía hablar de cierta mancomunión general o, en términos muy amplios, de algún internacionalismo en el lenguaje musical, con el romanticismo nacionalista aparecieron las diferencias. Y las desconfianzas. Los compositores del nacionalismo ruso fueron particularmente ácidos con sus colegas alemanes. Desde el Grupo de los Cinco (Balákirev, Cui, Borodin, Mussorgsky y Rimsky-Korsakov), expresamente se hablaba de "desgermanizar" a la música rusa. Incluso aquellos compositores rusos que no adscribían al nacionalismo ruso de manera militante, como Chaikovsky o los hermanos Anton y Nicolai Rubinstein, revelaban cierta aversión o resquemor para con la música de los alemanes. Anton, que vivió entre 1829 y 1894, fue, además, un pianista excepcional, un virtuoso que paseó sus talentos y habilidades por toda Europa, quizás el único que podía competir en un pie de igualdad con el maravilloso Franz Liszt, de quien, por lo demás, era muy amigo. Pero a pesar de su internacionalismo -es muy difícil encontrar melodías, temas o referencias rusas en sus sinfonías o en sus conciertos para piano y orquesta-, Rubinstein denotaba una clara animosidad para con la música de los alemanes. En una carta a Liszt, se refirió a Brahms de una manera muy curiosa, definitivamente negativa. Escribió Rubinstein: "No es lo suficientemente elegante para una recepción ni lo suficiente fiero para una sala de conciertos. No es lo suficientemente primitivo como para el campo ni lo suficientemente culto para la ciudad. Tengo muy poca fe en esta clase de personas".
Fuente: LA NACION - Espectáculos