La música y el amor
William Shakespeare y Duke Ellington reflexionan sobre la música y el amor
En la literatura, son infinitas las citas que pueden ser traídas a colación para ver cómo se reúnen la música y el amor. En Noche de epifanía, Shakespeare le hace decir al anhelante Duque Orsino: "Si la música es el alimento del amor, saciadme de ella". Romeo, enamoradísimo, recuerda la voz de Julieta y exclama que es "más dulce que música en oído atento". Cleopatra, a pura pasión y siempre Shakespeare mediante, los equipara, los funde y hasta los confunde cuando exige: "Hacedme música. La música es el alimento de los que vivimos del amor". Y son interminables las referencias que recuerdan cómo la música incita, favorece o envuelve al amor. Pero hay otra manera de relacionarlos y fue Duke Ellington quien lo dejó por escrito. Ellington fue uno de los músicos más maravillosos del jazz del siglo XX. Fue un pianista, compositor, arreglador y director extraordinario que paseó su arte tanto en los clubes del Harlem como en la Casa Blanca. En 1973, publicó Music is my mistress, un libro de título sensual en el que narra sus vivencias con la música a lo largo de medio siglo. Y en el comienzo, explica qué es ese asunto de que la música es su amante. Sin vergüenzas, casi como una declaración de amor, Ellington enuncia su manifiesto personal: "Tengo una amante. Mis mujeres han sido muchas. Han llegado y se han ido, pero sólo mi amante permanece. Ella es bella, dulce y atiende todos mis deseos. Está a la última moda y tiene su elegancia. Cuando habla, tus oídos no pueden creer lo que oyen. Tiene diez mil años de edad. Es tan moderna como el mañana, una mujer nueva cada día y tan infinita como las matemáticas del tiempo. Vivir con ella es recorrer un laberinto de mil ramificaciones. Ansío todos sus gestos. La música es mi querida y nadie se le puede comparar".