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novedades 15.09.2025

Macbeth en el Teatro Avenida

La primera gran ópera de Verdi sobre un drama de Shakespeare

Una digna puesta de Juventus Lyrica

Macbeth. una ópera que, sigue teniendo plena vigencia al poner en escena algunas de las peores cualidades del género humano

Pablo Kohan, para La Nación

Macbeth, ópera de Giuseppe Verdi, basada en el drama homónimo de William Shakespeare. Elenco: Juan Salvador Trupía (Macbeth), María Belén Rivarola (Lady Macbeth), Mario de Salvo (Banquo), Ramiro Pérez (Macduff) Santiago Delpiano (Malcolm). Dirección escénica: Ana D’Anna. Dirección musical: André Dos Santos. Coro y orquesta de Juventus Lyrica. Teatro Avenida. Nuestra opinión: bueno

Con una claridad meridiana y un profundo conocimiento de los contenidos y símbolos que atraviesan tanto al drama shakesperiano como a la ópera verdiana -que no son similares, más allá de la lógica e íntima conexión entre uno y otra-, Ana D’Anna, la directora escénica de esta puesta de Juventus Lyrica que el viernes 12 de septiembre se estrenó en el Teatro Avenida, expuso sus ideas y propuestas así en la entrevista con LA NACION que se publicó antes del estreno como en el programa de mano que se repartió al público. Sin embargo, más allá de las correcciones generales de los planteos escénicos y de las realizaciones musicales, la concreción, adoleció de algunos menoscabos en lo estrictamente teatral y en lo sonoro.

Con un hecho atractivo y novedoso, la puesta de Ana D’Anna comienza con la orquesta ofreciendo una apertura brevísima que da pie para que, a puro teatro, desde un escenario medianamente oscuro y, por ende, indefinido, surja la voz de un heraldo que, con un texto devenido del drama original, habla de las glorias de Macbeth y de sus acciones heroicas. Después sí, bella y correctamente interpretada, emerge la obertura de Verdi, una obra maestra en la que, en mágica contradicción, conviven disímiles texturas, melodías e instrumentaciones que anticipan, exactamente, los temas musicales y los profundos conflictos que tendrán lugar a lo largo de los cuatro actos de la ópera.

Por limitaciones comprensibles, tanto las presupuestarias, para una loable institución artística y pedagógica sin fines de lucro como Juventus Lyrica, como las que dependen de las disponibilidades físicas y técnicas del Avenida, los diferentes cuadros de los primeros actos se desarrollan en un mismo escenario en el que solo hay, sobre el piso, una serie de bloques rectilíneos de diferentes formas y tamaños que pueden oficiar de escalones o de pedestales y que, además, determinan senderos y lugares. Con sutiles cambios de luces, el mismo espacio es el bosque donde juguetean las brujas, las distintas habitaciones del castillo de Macbeth o el parque donde se conjuran sus sicarios. La escenografía rectilínea se completa con un amplísimo marco simbólico de cuatro escuálidos y altísimos parantes que enmarcan un espacio ideal, sin paredes.

El comienzo fue bello, ajustado y correctamente cantado por el coro femenino. Con sugestivos movimientos y gestualidades, las brujas vaticinan el futuro de Macbeth y el de Banquo. Por detrás, tres brujas absolutamente mudas, pero muy seductoras, completaron el cuadro con acrobacias aéreas en telas. Los mínimos inconvenientes comenzaron luego, cuando todo quedó en las voces y en las manos de los solistas y de la orquesta. Si bien todo fluyó aceptablemente, las perfecciones deseadas no fueron completas. Solvente, con buena presencia escénica y una voz rotunda a todo lo largo del registro, el bajo-barítono Juan Salvador Trupía elaboró un Macbeth musicalmente convincente. Con todo, su actuación, que implica transitar desde el heroísmo a la desesperación y desde la voluptuosidad a las alucinaciones, se basó sobre movimientos muy estereotipados y poco atractivos.

La soprano María Belén Rivarola tuvo a su cargo a Lady Macbeth, uno de los personajes históricos más emblemáticos para traer a colación la ambición más cruel y desmedida. Además, a ella, Verdi le dedicó tanto arias de intenso dramatismo como de coloraturas endemoniadas. Rivarola denotó cualidades de sobra para sobreponerse, con suficiencia, a todas las exigencias teatrales o musicales. Con graves sólidos y agudos vigorosos, la cantante, excesivamente vehemente y abusando un poco de su intenso caudal vocal, cautivó al público. En sus búsquedas expresivas, tal vez debería moderar o corregir algunas inhalaciones un tanto toscas y muy sonoras y atenuar vibratos excesivamente ampulosos que, en algún punto, restan más de lo que supuestamente suman. Comprensible y justificadamente, los aplausos sonoros, al final de la representación fueron los que el público le tributó a ella.

El bajo Mario de Salvo fue el desdichado Banquo. Su canto fue correcto, pujante y afinado, aunque con algunas mermas de intensidad en sus graves. También correctos lucieron los dos tenores que recién aparecen en el último acto, Ramiro Pérez y Santiago Delpiano, éste, un tanto sobreactuado. Una mención especial para el joven bajo Agustín Albornoz, quien fue el sicario que, con tres frases, le informa a Macbeth de la muerte de Banquo y de la huida de su hijo y, en el cuarto acto, el inoperante médico que asiste al deterioro irreversible de Lady Macbeth. Esas mínimas intervenciones le alcanzaron para lucir una voz robusta, firme y llamativa.

Precisa fue la dirección del brasileño André Dos Santos, con buena elección de tempi y denotando conocer la partitura en todos sus detalles. Pero no todo sonó de maravillas. No pareció una buena solución ubicar a la percusión en el palco avant scène izquierdo, ya que generó algunos desniveles sonoros y le otorgó un innecesario protagonismo. Y así como no son de su responsabilidad algunos sonidos destemplados y algunas desafinaciones de la orquesta, sí se le podrían endosar los ocasionales desajustes en algunas escenas de conjunto como la de los asesinos de Macbeth, en el segundo acto.

Más allá de las observaciones, vale la pena acudir a las dos representaciones de Macbeth que aún restan en el Teatro Avenida, el domingo 14 y el sábado 20. La ópera de Verdi es una maravilla y la propuesta de Juventus Lyrica es sumamente digna. En ella cohabitan temas tan permanentes como la ambición, la traición, la desmesura, el amor, los interrogantes por el futuro, el asesinato y las mejores y peores cualidades del ser humano. Después de todo, el género humano pareciera seguir atravesado por las mismas virtudes y los mismos defectos así en Escocia, en el siglo XI, como en todo el orbe, en plena actualidad.

Fuente: LA NACION - Espectáculos - Sábado 13 de septiembre de 2025

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