Descubrí la música
novedades 15.10.2023

Riccardo Muti, las muchas excelencias de un gran director

Cronica de un concierto de la Sinfónica de Chicago en Nueva York

 

El teorema de Muti: Glass + Mendelssohn + Strauss = Italia

Riccardo Muti ofreció un concierto planificado y concebido hasta su último detalle. Además, por supuesto, brilló como un director de orquesta excepcional.

Pablo Kohan

La historia de Riccardo Muti ya es legendaria. Pero el gran director napolitano, superactivo a los 82, está lejos de apoltronarse en los laureles y continúa indagando, descubriendo y, por supuesto, admirando. En febrero de 2022, con la Orquesta Sinfónica de Chicago, por primera vez en su vida, dirigió música sinfónica de Philipp Glass, concretamente la Sinfonía Nº11. Copiando y pegando este enlace, se puede ver el final de aquella velada que tuvo lugar en el Symphony Center de Chicago

https://www.youtube.com/watch?v=em8lQcOMWD0

La música de Glass le debe haber despertado curiosidad e interés porque, trascartón, con las autoridades de la Orquesta, decidieron encomendarle una obra para ser estrenada en la temporada 2023-24. La resultante del pedido fue un poema sinfónico con un título tan extraño como intrigante. El triunfo del octógono, ése fue el nombre escogido, fue estrenado el pasado 28 de septiembre, en Chicago. Glass se ocupó de explicar el por qué de tan enigmático nombre. La obra está inspirada en el Castel del Monte, un palacio-fortaleza erigido sobre una colina, en Apulia, en el siglo XIII, y que, milagros de la arquitectura medieval italiana, está construido sobre una planta octogonal rodeada, a su vez, por ocho sólidas torres también octogonales. Visto desde varios kilómetros, a la distancia, el Castel del Monte emerge imponente y triunfal.

Don Riccardo, fantasioso y creativo, decidió ofrecer el estreno de El triunfo del octógono dentro de un programa general sumamente coherente y atractivo que no es sino la demostración de la imaginación, la capacidad y el arte que, a su manera, ha desplegado a lo largo de su ya tan consabida historia de grandes glorias. Para acompañar al octógono triunfante y dar cohesión a un evento singular, Muti decidió agregar dos obras de Mendelssohn y de Richard Strauss, dos compositores alemanes que, ambos a los veintidós años de edad, tras andar paseando y maravillándose de lo que vieron en la península, escribieron dos obras orquestales singulares, las dos, inspiradas en sus vivencias italianas. Felix produjo su celebérrima Sinfonía italiana y Richard, la (injustamente) desvalorizada fantasía sinfónica Aus Italien, en castellano, Desde Italia. Apenas una semana después de ese concierto inaugural, Muti y la Sinfónica de Chicago llevaron el programa hasta el Carnegie Hall neoyorquino donde pude presenciarlo y observar, en vivo y en directo, cómo suena esa estupenda orquesta bajo las precisiones y las certezas de Riccardo Muti, una alianza que, tras trece años victoriosos, está próxima a su fin.

Hace medio siglo, Glass y otros cómplices tan valorados como Steve Reich, La Monte Young y Terry Riley, sentaron las bases del minimalismo musical. Desde entonces, el compositor, nacido en Baltimore hace 86 años, se mantiene fiel a aquellos principios de la reiteración obstinada del objeto musical, el marco tonal y las pulsaciones rítmicas claras. Este año, en el Colón, gozamos de una excelente representación de su ópera Einstein on the beach y pudimos comprobar las bellezas de sus planteos discursivos y estéticos. El triunfo del octógono es un poema sinfónico minimalista sin ninguna mutación genética que lo aparte de aquella semilla inicial. A lo largo de unos quince minutos, los pocos patrones/objetos musicales se van sucediendo con mínimas alteraciones con una intensidad apenas cambiante hasta que, sobre un molde de arpegios ascendentes dentro de un crescendo persistente, la obra concluye, propiamente triunfal, con un ascenso que queda suspendido en el aire. Muti y los chicagüenses lo hicieron a la perfección. La efusión del público explotó y, desde el podio, Muti anunció que el compositor estaba presente. Sencillo y apenas sonriente, desde un palco, Glass se levantó por poquitos segundos mientras los aplausos continuaban atronadores.

La Sinfonía Nº4 en La mayor, op.90, “Italiana” era la única obra verdaderamente conocida de este programa. En realidad, cronológicamente, no fue la cuarta sinfonía escrita por Mendelssohn sino la cuarta en ser editada. Increíblemente, esta obra bellísima no satisfizo las exigencias del compositor ya que, después de estrenarla en Londres, en 1833, y retocarla un tanto al año siguiente, su descontento se mantuvo y nunca más volvió hacia ella. Cuatro años después de su muerte, fue editada en Leipzig, en 1851. Quizás, si Felix la hubiera escuchado por la Sinfónica de Chicago, dirigida por Riccardo Muti, hubiera comprendido su grave error de apreciación. Las sutilezas, la precisión, el ensamble y los balances sonoros fueron perfectos.Dentro de una excelencia mantenida de principio a fin, sobresalieron los dos movimientos concretamente italianos de la sinfonía. El segundo, indicado como “Andante con moto”, refiere a una procesión de peregrinos que observó en Nápoles. Los chelos y los bajos, en corcheas continuadas que nunca se detienen, representan los pasos de los fieles. Muti fue más allá de lo meramente descriptivo y les dio a chelos y bajos otra entidad. Esa bellísima melodía de las cuerdas graves fue expuesta en un plano de igualdad con el canto de las violas, los violines y las maderas. Y en el cuarto movimiento, para hacer la mejor versión de una tarantella velocísima, Muti contó con la perfección mecánica y artística de una orquesta superior.

Después de la pausa, llegaba esta misteriosa fantasía sinfónica, tal la denominación que Strauss le otorgó a Aus Italien, op.16, en realidad, un poema sinfónico en cuatro movimientos que el joven Richard fue imaginando y bosquejando en 1885, mientras, fascinado, recorría y se extasiaba de lo que veía en Roma, Bolonia, Nápoles, Sorrento, Salerno y Capri. Obra de juventud, podría imaginarse que quedó opacada ante las maravillas que, de su mano, llegarían apenas unos años después. Pero no fueron Don Juan, Electra o la Sinfonía alpina las que sumirían a Aus Italien en un silencio llamativo sino un vulgar juicio legal que le entablaron por plagio.

En 1880, a nueve kilómetros de la ciudad de Nápoles, se inauguró el funicular que ascendía hasta el Vesubio. Luigi Denza, ese mismo año, compuso la inolvidable y eterna canción Funiculì, funiculà que, rápidamente, se transformó en un verdadero hit. Strauss, creyendo que era una canción popular, la tomó e incluyó como el tema principal de “La vida del pueblo napolitano”, el cuarto movimiento de Aus Italien. La obra, completada en Múnich en 1886 y estrenada al año siguiente, tuvo una recepción clamorosa. Con todo, poco tiempo pasó hasta que Denza se enteró de la utilización de su canción y le entabló una demanda por plagio que fue aceptada. La sentencia indicaba que Denza recibiría un canon cada vez que fuera interpretada. Desde entonces, Strauss jamás volvió a dirigirla o autorizar su interpretación. Aus Italien desapareció. Hoy por hoy, el único director estrella que la tiene en su repertorio es il nostro caro Riccardo Muti.

Los cuatro movimientos portan títulos que podrían dar a entender que es un poema sinfónico descriptivo. Sucesivamente, pasan “En el campo”, “En las ruinas de Roma”, “En la playa de Sorrento” y, por supuesto, la mencionada alegría de los napolitanos. Pero la obra es mucho más que eso y goza de lecturas y elaboraciones profundas en las que, ocasionalmente, se pueden detectar influencias de Schumann, de Brahms o de Wagner. Sin mebargo, en Aus Italien suena el Richard Strauss que muy pronto habría de imponer su huella personal en el mundo de la música. Sus armonías incluyen cromatismos, las combinaciones y alianzas instrumentales son muy novedosas, los modos de recrear las melodías populares es sobresaliente y, tal vez, lo único que se podría observar es que las extensiones son un tanto desmesuradas para con los materiales que utiliza. Observaciones mínimas. Casi una redundancia, atendiendo a las peculiaridades idiomáticas y a los mil detalles que Strauss sembró en la partitura, Muti condujo a la orquesta por los mejores caminos para alcanzar una interpretación magistral. Sólo para quienes quieran conocerla, en YouTube, apta para todo melómano, se puede encontrar un muy buena interpretación de la Orquesta de la MDR, dirigida por Kristjan Järvi en la Gewandhaus de Leipzig.

https://www.youtube.com/watch?v=sEKXe0ZRVSE 

Este maravilloso concierto dedicado a Italia a través de obras de compositores no italianos tuvo el final ideal. Fuera de programa, Muti, con parsimonia y en un inglés muy amistoso, concluyó que este viaje musical por su país debía terminar con una obra de Verdi y anunció que interpretarían la obertura de la ópera Giovanna d’Arco, aclarando, para que no quedaran dudas, que el título es tal cual él lo anunció y no Jeanne d’Arc. La heroína y su compositor, en este concierto, eran ambos italianos. Con esta obra, Muti, confiando en sus muchachos y muchachas, estuvo muy relajado, apenas indicando algún ingreso, aportando alguna gestualidad y disfrutando lo que su orquesta le proporcionaba.

Desde Glass a Verdi, este concierto ofreció una continuidad y una consistencia admirables en sus propuestas musicales. Pero además, a esa lógica impecable hay que sumarle que la orquesta y el director estuvieron en estado de gracia. Después de Verdi, la ovación se sostenía impertérrita en su volumen hasta que Muti dio a entender que, definitivamente, el concierto había finalizado. Alguien del público avanzó raudamente por el pasillo central para retener la imagen del gran director en su celular. Muti, un verdadero grande, desde el podio, le dirigió la mirada, y, muy sonriente, se inclinó un tanto y agitó su mano derecha saludando a ese desconocido que, para envidia de toda la multitud que se congregó en el Carnegie Hall, se llevó un video que absolutamente todos desearían poder tener.

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