Descubrí la música
novedades 08.12.2016

Una ópera que es un triunfo colectivo

Porgy and Bess / Ópera de George Gerswhin / Con: Xolela Sixaba (Porgy), Nonhlanhla Yende (Bess), Mandisinde Mbuyazwe (Corwn), Lukhanyo Moyake (Sportin' Life), Miranda Tini (María), Siphamandla Yakupa (Clara) y elenco / Dirección musical: Tim Murray / Dirección escénica: Christine Crouse / Orquesta Estable del Teatro Colón y Coro de la Ópera de Ciudad del Cabo / Producción de la Ópera de Ciudad del Cabo / Función del Gran Abono / Teatro Colón / 

Nuestra opinión:
 muy bueno

Porgy and Bess transcurre en Catfish Road, un suburbio miserable del sur estadounidense, poblado por afroamericanos que, con sus virtudes y sus debilidades, llevan adelante una intensa vida comunitaria. El hacinamiento, el desprecio racista que sufren y las miserias que sobrellevan no les dejan más alternativa que compartir el espacio y el tiempo. Atendiendo a esa realidad, Gerswhin y sus libretistas, su hermano Ira y DuBose Heyward, hicieron primar las escenas de conjunto por sobre las individuales. En este sentido, tal vez sea Porgy and Bess la ópera que tiene la mayor proporción de escenas colectivas. Y con el plantel de la Ópera de Ciudad del Cabo, que está llevando esta producción a pasear por todo el planeta, este hecho es una bendición. Dentro de un elenco que es mayormente parejo escasean las grandes voces, esas presencias que impactan por alguna magnificencia vocal. El único que alcanza esas cualidades es Xolela Sixaba que compone un Porgy de colección. Pero, en sentido contrario, las construcciones colectivas -insistimos, el verdadero núcleo de esta ópera- son absolutamente maravillosas, tanto en lo musical como en la belleza y la contundencia del mensaje escénico.

A través de unas imágenes simbólicas que aparecen en algunos pendones que cuelgan antes del comienzo de cada acto, de la inclusión de algunas palabras en xhosa, irreconocibles para quienes no habitan en Sudáfrica, y de otros detalles mínimos, Christine Crouse, la responsable de una régie inolvidable, traslada la acción al Soweto, el gigantesco suburbio negro de Johannesburgo. La decisión no es un capricho localista, sino una alusión de alto contenido simbólico en el sentido de hermanar en su desgracia las innumerables comunidades o etnias que sufren opresión. En el caso concreto de Sudáfrica, por debajo de la música de Gerswhin, está el ominoso apartheid, afortunadamente, ya fenecido. Y si la identidad tan estadounidense de los contenidos textuales y musicales pudiera hacer sospechar de alguna incongruencia espacial o alguna ajenidad musical -queda claro que, culturalmente, no son lo mismo los afroestadounidenses que los africanos-, los temores quedaron absolutamente olvidados desde el mismísimo comienzo de la ópera cuando la magia de Gerswhin afloró desde el foso, donde la Estable volvió a demostrar su muy buen presente, y, sobre el escenario, cuando el coro y los primeros personajes comenzaron a moverse sobre el escenario con una seguridad decisiva.

Catfish Road/Soweto está representado por unas mínimas construcciones y algún mobiliario de pobreza supina que incluyen mesas, baldes, trastos y hasta vasijas de lata para tomar agua y cuanta bebida alcohólica se deposite en ellas. Y sobre el escenario los movimientos colectivos lucen coordinados. Cada vez que cantan, todos, absolutamente todos, los integrantes del coro y los que tienen a su cargo los personajes son capaces de moverse con una plasticidad y una sensualidad dignas del mejor elogio. La música lo exige y los cantantes la ofrecen como si hubieran nacido cantando en Broadway o viviendo en algún suburbio de Nueva Orleáns o Chicago. Sólo por destacar una de esas innumerables escenas colectivas, recordemos "It ain't necessarily so", cuando Sportin' Life, en la isla Kittiwah, pone en dudas esas verdades que en la Biblia se toman como verdaderas. Si bien el canto de Lukhanyo Moyake no tuvo el caudal necesario en sus bajos, sus movimientos y la coreografía general a su alrededor, incluyendo a las acérrimas defensoras de las Escrituras, el conjunto fue de un altísimo impacto teatral, visual y musical.

Tal como se ha mencionado, es el tullido Porgy quien tiene su mejor realización. Por su energía y por su presencia corporal, también sobresalió Miranda Tini elaborando una omnipresente María, la matrona de la comunidad. El resto del elenco alternó pasajes de mayor brillo con otros de menor relevancia. Sonaron correctamente arias o dúos tan conocidos como "Summertime", "My man's gone now" o "Bess, you is my woman now".

[mundoideas]

Pero lo grupal había atravesado la ópera dejando las mejores sensaciones y los mayores estremecimientos. Por eso, cuando Porgy, obstinado en su amor, decide marchar a Nueva York a buscar a su Bess, cierta sensación general de agradecimiento y, por qué no, de identificación se había consolidado en el público del Teatro Colón. La ovación, con gritos y estridentes chiflidos agregados, explotó para saludar a un elenco que había cumplido largamente con su objetivo.

Fuente: Pablo Kohan | Para LA NACIÓN

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