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novedades 02.07.2018

Verdi y Bethoven, una coincidencia monumental

En dos días seguidos, el Réquiem de Verdi y la Misa solemne de Beethoven

Sólo por el aleatorio misterio de las venturas y las contingencias que tienen vida propia, ya que no por virtud de políticas culturales prolijamente coordinadas, esta semana, en Buenos Aires, se podrán escuchar dos de las obras sinfónico corales más monumentales y admirables de todos los tiempos. El martes, en el Colón, se podrá escuchar el Réquiem, de Verdi. Al día siguiente, y también el viernes 6, en el CCK, será el momento de la Missa solemnis, de Beethoven. Desde la lejanía de la historia, el poeta cantaría sus loas al poderoso caballero Don Azar.

La Misa solemne fue concebida y compuesta lentamente a partir de 1819. Beethoven se abocó a esta obra para que fuera interpretada en la ceremonia en la cual el archiduque Rudolf de Austria, el hijo del emperador Leopold II y, además, su alumno, iba a asumir como arzobispo de Olomuc. Sumido en su mundo interior, ya que la sordera, en ese tiempo, era una barrera que lo incomunicaba con el mundo, el proceso creativo se fue extendiendo mucho más allá de lo previsto. Concluida en 1823, la misa fue estrenada en San Petersburgo, en abril de 1824, y parcialmente ofrecida en Viena, un mes más tarde. La obra, un auténtico prodigio de un compositor superior, es, indudablemente, más una obra de concierto que una obra para un oficio religioso. No es ocioso recordar que Beethoven, con ideas cercanas a la Revolución Francesa y a la masonería y con conceptos muy personales sobre el deísmo, tuvo serias diferencias con la iglesia y en esta obra pueden observarse pasajes muy poco apropiados para un oficio religioso, desde la desmesura de su extensión a la potencia requerida para el comienzo del “Gloria” o la indicación de tempi rapidísimos, a todas luces, inadecuadas para una misa. Con todo, la Missa solemnis es una obra profundamente espiritual en la que tienen lugar, y de modo consumado, coros macizos y sutiles, fugados, cuartetos vocales, pasajes solistas de altísima expresividad y alianzas propiamente solemnes entre el coro y la orquesta. En dos oportunidades, con entrada gratuita, el miércoles y el viernes, en la Sala Sinfónica del CCK, será Carlos Vieu quien esté al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional y del Coro Polifónico Nacional en tanto que los solistas serán Daniela Tabernig, María Luisa Merino Ronda, Ricardo González Dorrego y Hernán Iturralde.

En 1873, dos años después del estreno de Aida, Verdi se vio profundamente conmovido por la muerte de Alessandro Manzoni, no sólo uno de los más notables poetas del romanticismo italiano sino también un ideólogo del Risorgimento, un movimiento libertario del cual Verdi también participaba. En su homenaje, Verdi emprendió la composición de una misa de difuntos. Esta obra, sí finalizada en tiempo y forma, fue estrenada en la Iglesia de San Marcos, de Milán, en mayo de 1874, al cumplirse un año del fallecimiento de Manzoni. Y desde entonces, este Réquiem, otra obra descomunal y profundamente atravesada por elementos devenidos de la ópera, encuentra su natural lugar de realización en las salas de conciertos más que en las iglesias. En cuanto a la temeraria, si no superficial, acusación de que es más una ópera que una misa, cabe recordar que, desde siempre, irrefrenables y, habitualmente, sin pedir permiso, las músicas mundanas entraron dentro de las iglesias para renovar discursos y aportar nuevos modos de expresión. Con todo, queda claro que el Réquiem de Verdi no es una ópera sino una misa de difuntos profundamente personal. El admirable “Libera me”, para soprano solista, y con el cual concluye la misa, no es un aria de ópera sino un número de tremenda espiritualidad, un auténtico ruego por las almas de los difuntos, eso sí, atravesado, de principio a fin, por la fuerza propia del libertario Rissorgimento italiano. Antes de este número final, se podrán admirar coros, arias, cuartetos y números de conjunto todos, definitivamente, maravillosos. El martes, en el Colón, la Orquesta y el Coro Estables serán dirigidos por Enrique Arturo Diemecke y los solistas serán María José Siri, María Lujan Mirabelli, Darío Schmunck y el giorgiano Goderdzi Janelidze.

Fuente: LA NACION - Espectáculos, 2-7-2018

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