Schiff celebró una conmovedora ceremonia artística
Un recital de los más sublimes que se puedan recordar, a cargo del mejor pianista de la actualidad
András Schiff, recital de piano / Programa: El clave bien temperado, Libro I, BWV 846-869, de Bach. Nuova Harmonia / Teatro Colón
Nuestra opinión: excelente
El clave bien temperado es una obra milagrosa, completísima, un dechado de las más notables virtudes humanas. Los preludios y fugas que conforman los dos libros de esta colección que portan el mismo título son la creación de una mente única y superior. En paralelo, señalemos que no debe haber en el mundo un pianista como András Schiff, que pueda interpretarlos con tal grado de arte, perfección y claridad conceptual. Más que ofrecer un recital, el pianista húngaro, posiblemente el más versátil y admirado del mundo en estos últimos tiempos, ofició una ceremonia artística y musical.
Es lo que hace en cada presentación. Aunque, ante este repertorio casi enciclopédico, su trabajo adquirió una dimensión aun más significativa. Todo lo que interpreta Schiff es la consecuencia directa de la inspección metódica del objeto de estudio, en este caso, una obra ciclópea que fue observada y examinada hasta su último detalle y luego traída a la vida con una mecánica portentosa y una sensibilidad exquisita. Cada nota de las miles y miles que tocó, cada frase, cada idea tuvieron una resolución peculiar y exacta. En función de cada detalle y analizando todos los contextos, Schiff escogió el sonido, el toque, el tempo, el color y la intensidad más pertinentes. En ciento diez minutos continuados, construyó uno de los eventos musicales más extraordinarios que hayan tenido lugar en el Teatro Colón.
Desde el piano, Schiff no buscó construir sonoridades que pudieran recordar a otros instrumentos. Su búsqueda no fue la de "orquestar" El clave... sino la de permitir que, a través del piano, fluyera la música de Bach sin interferencias ni expresividades ajenas.
Aún dentro de todas las complejidades, todo sonó sencillo, comprensible y, a su modo, natural. El pedal resonador fue apenas utilizado de un modo recatado en los preludios y fugas de tempi lento, ésos en los que cierto melodismo y una lírica muy peculiar requieren un color y una aproximación especiales. Ausente el pedal en los pasajes de velocidad, nada ocultó ni empastó las ideas que, en esta obra, son su verdadera esencia. Ante las infinitas variantes que Bach plasmó en cada uno de los preludios, el sector más libre dentro de El clave?, Schiff escogió con sabiduría qué sonido, qué perfiles y qué elementos traer a colación. Frente a las fugas, las criaturas más canónicas y severas en cuanto a su construcción, el pianista supo entenderlas contemplando cada una con su propia individualidad, sin reiterar modelos ni patrones.
Dificultades infinitas
De una obra teórica, Schiff transformó a El clave bien temperado en una (deslumbrante) suite de dípticos sucesivos de preludios y fugas. Como un guía de museo que va discurriendo por diferentes salas, Schiff salía de una tonalidad para abordar la siguiente, sin interrupción. Para afrontar un extenso paseo en el cual hay que recorrer dificultades infinitas y propuestas musicales y estéticas tan disímiles, una tarea titánica por donde se la mire, hay que contar con una técnica ilimitada y una memoria prodigiosa, cualidades que Schiff puede exhibir sin barreras. Como así también, por supuesto, una sensibilidad y una tan intensa como circunspecta capacidad de expresión.
El viaje comenzó con el conocidísimo "Preludio en Do mayor" y concluyó con la "Fuga en Si menor", cuyo tema tiene los 12 sonidos y que profetiza atonalidades por venir. Entre uno y otra, Schiff denotó el profundo conocimiento de la intimidad de cada unidad y maravilló por la resolución musical que aplicó en cada una de ellas. Sus tempi fueron los más apropiados para esos contenidos, fue metódico en el modo de presentar los ingresos de los temas de las fugas, absolutamente todos los contrapuntos fueron discernibles y los fraseos escogidos, en cada ocasión, fueron reiterados con observación casi religiosa. Si bien cada eslabón de esta suite made in Schiff fue glorioso, sólo por destacar uno de ellos, podríamos señalar a la "Fuga en Do sostenido menor", una enmarañada triple fuga a cinco voces que, en sus manos, lució en todo su esplendor y belleza.
En el final, la ovación descendió merecidamente sobre este músico insuperable. Y aún cuando con lo ofrecido ya la cuota de placer y fascinación estaba absolutamente cubierta, Schiff tocó otras dos obras de Bach: el primer movimiento del Concierto italiano para clave y el aria de las Variaciones Goldberg, la mejor conclusión para que todos salieran del teatro sabiendo que habían asistido a un evento trascendental en el cual se pudo admirar la genialidad de Bach a través de su mejor intérprete, András Schiff.
Fuente: La Nación. Espectáculos, 18-8-2017