¿Cuánta agua hay en El mar?
Ni en gotas, ni en barriles, ni en hectolitros. La pregunta no está relacionada con las cantidades numéricas de agua que contienen los infinitos mares que nutren al planeta sino a El mar, tres bocetos sinfónicos para orquesta, la maravillosa y fundacional obra que Claude Debussy escribió muy lenta y con extrema atención entre 1903 y 1905. Si bien El mar no es sino un poema sinfónico en tres movimientos, con títulos que refieren a momentos a lo largo de un día jalonado por vientos, diálogos, olas y rumores, son sus contenidos los que hicieron de esta obra paradigmática del impresionismo musical, una auténtica piedra basal, según muchos, la verdadera puesta en marcha de la revolución sonora que tuvo lugar a comienzos del siglo XX. Debussy ya tenía en su haber otras obras orquestales sumamente originales como El preludio a la siesta de un fauno o Nocturnos, pero El mar es la consumación de sus nuevas propuestas estilísticas. Pero esa música brumosa que sugiere ecos y cantos lejanos, cambiante, impredecible y de planteos sutiles de extremo refinamiento, no fueron del agrado de todos los que asistieron a su estreno, el 15 de octubre de 1905. Fauré, tomando en cuenta los títulos de los movimientos, ironizó afirmando que lo que más le había gustado había sucedido "un poquito después de las doce menos cuarto". Pero un tal Louis Schneider, basó sus opiniones (negativas) en las cantidades y la calidad del agua de ese mar. En Gil Blas, expresó su desagrado diciendo que "Debussy no logra transmitirnos una impresión del océano sino la del estanque de las Tullerías... La música es invertebrada. Es marquetería, no un cuadro. El público esperaba un océano, algo grande, colosal pero, en su lugar, sólo le sirvieron un poco de agua turbia en una palangana".
Fuente: LA NACION - Espectáculos - Allegro, 23-6-20171