Manos débiles
Adminículos que se escapan de las manos de los músicos
El baterista de jazz está concentrado en su solo cuando, de repente, una de sus baquetas sale volando por los aires. Los guitarristas, los flautistas o los pianistas tienen sus propios riesgos en la interpretación musical, pero no el de que se les suelte algún adminículo. Sin embargo, no son sólo los percusionistas quienes corren con el peligro de que, eventualmente, un dispositivo esencial se desprenda de su mano. Hay otros oficios musicales que pueden sufrir esa alternativa. Dos décadas atrás, en el Colón, al inolvidable Colin Davis, mientras la orquesta sonaba de maravillas, se le escapó la batuta que, flotando, fue a aterrizar en la platea. Previsor, y tal vez sabedor de esa fragilidad digital, Davis tomó una segunda batuta que estaba sobre su atril y, como si nada hubiera sucedido, continuó con aquella eficiencia y musicalidad sobresalientes. En 1982, en Bregenz, tuvo lugar una espectacular producción de Lucia de Lammermoor con Katia Ricciarelli y José Carreras en los papeles estelares. En el final, con Lucia yaciente en el lecho mortuorio, Edgardo, desesperado y deseando unirse a Lucia en el más allá, canta su "Morir voglio". Entonces, Carreras desenfunda su cuchillo de la vaina que tiene en su costado izquierdo pero lo hace con tanta energía que el puñal sale despedido hacia la nada. El público exclama sorprendido por lo sucedido y observa que, con su diestra vacía y sin segundo cuchillo al alcance, Carreras se clava su puño en el corazón ante Raimondo, que, como indica el libreto, pregunta: "Che facesti?" Y el tenor, en una milésima de segundo, lo mira a él y al público, sonríe, y continúa "A te vengo, o bell'alma...". Se había cometido el suicidio más incruento del que se tenga noticias.
Fuente: LA NACION - Espectáculos - Allegro