Fausto se quedó sin cantantes
Inconvenientes en la Ópera de Gales
En los anales de los teatros de música, y en especial en boca de los memoriosos que gustan de contarlas, hay infinidad de anécdotas en las cuales se recuerdan todo tipo de accidentes. Después de todo, arte performático que se desarrolla en el tiempo real, la música provee infinidad de esos inevitables inconvenientes que pueden ir desde sencillas contingencias hasta desventuras trágicas. Que un cantante llegue tarde a una escena es casi calamitoso. Pero la situación es mucho más grave si en un mismo acontecimiento son dos los demorados. En la Ópera de Gales se estaba llevando adelante una representación del Fausto, de Gounod, cuyos protagonistas masculinos eran el tenor Robert Thomas, un cantante local, y el muy recordado bajo inglés Michael Langdon. Mientras, en el quinto acto, se llevaba adelante el ballet de la noche de Walpurgis, los dos cantantes se entretuvieron conversando, entre bambalinas. De repente oyeron que la escena de la prisión ya había comenzado. A los apurones y con una sensible demora alcanzaron a ingresar, un tanto agitados, para sólo poder cantar las últimas dos frases de ese diálogo que no ocurrió. Sin que muchos entendieran por qué, Fausto le ordenó "Laisse-nous!" y, obediente, Mefistófeles se retiró explicando "Hâte-toi! Moi, je veille au dehors!" Finalizada la ópera, tras el cierre del telón, Thomas y Langdon ni siquiera aguardaron a que el director, el también galés Ivor John, llegara a su camarín. En la misma salida del escenario los dos cantantes se deshicieron en disculpas y trataron de explicarle lo inexplicable. El director, irónico, los calmó: "No se preocupen, muchachos. Vuestra ausencia me permitió comprobar, concretamente, qué fantásticamente bella es la música de Gounod cuando ningún cantante viene a cabalgar arriba de ella".
Fuente: LA NACION - Espectáculos - Allegro