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novedades 29.04.2017

Damrau, Testé y la Filarmónica, una noche perfecta

Brillante concierto de Diana Damrau, Nicolas Testé y la Filarmónica de Buenos Aires dirigida por Mario Perusso

 

Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Solistas: Diana Damrau, soprano, y Nicolas Testé, bajo barítono. Director: Mario Perusso. Programa: oberturas y arias de óperas de Rossini, Meyerbeer, Gounod, Verdi, Saint-Saëns, Antonio Carlos Gomes, Bellini, Ponchielli, Bersntein y Gerswhin. Teatro Colón.

Nuestra opinión: excelente.

Una observación sencilla indicaría apenas que anteayer tuvo lugar una nueva función del abono de la Filarmónica en el Teatro Colón. Pero una observación sobre lo acontecido debería señalar que el jueves pasado tuvo lugar una de las experiencias artísticas y de las vivencias colectivas más intensas y maravillosas que se puedan recordar. Y a partir de esta afirmación, habrá que esforzarse por no incurrir en una secuencia interminable de elogios, ponderaciones y alabanzas para todos los involucrados en su hechura. En primer lugar, estuvo Diana Damrau, una soprano excepcional que además de un sinfín de recursos vocales y musicales que exhibe con una naturalidad y una solvencia definitivas, domina la escena de un modo pleno y contagioso. Pero quien aparecía como el segundo en cuestión, el bajo barítono francés Nicolas Testé, se reveló como un cantante fantástico. Y para acompañar a los solistas excluyentes del concierto, dieron el presente la Filarmónica, con sus muy reconocidas capacidades, y, a su frente, con un oficio acuñado en larguísimas contiendas, Mario Perusso, un verdadero maestro en el arte de la dirección operística. Para completar el panorama de la perfección musical y artística tan anhelada, cabe señalar que el programa fue impecable. Lejos de ser un cúmulo aleatorio de obras propicias para demostrar talentos, hubo continuidad a través de arias y oberturas más y menos conocidas que se aliaron para conformar secciones continuadas de perfiles claros.

Diana Damrau es una soprano de coloratura alemana. Con todo, más allá de su increíble capacidad para alcanzar alturas estratosféricas y batir récords de notas por segundo con precisión milimétrica, no es estrictamente una soprano ligera sino que hace gala de intensidades y espesuras propias de una soprano dramática. Y esa alianza de cualidades propias de dos cantantes femeninas diferentes y que, supuestamente, no admiten asociación posible es lo que hace de Damrau una cantante excepcional. Pero si además, la mujer exhibe un carisma escénico avasallante, lo que construye es absolutamente único y personal. Damrau luce sencilla y cercana, actúa y hasta danza a sus personajes como si estuviera en un escenario operístico. Además, enamoró al público del Colón apareciendo, a lo largo del concierto, enfundada en rojo, luego en negro, más adelante en un azul violáceo para concluir con el furioso rojo original.

Sus destrezas vocales son asombrosas. En la inicial "Una voce poco fa", de El barbero de Sevilla, no sólo cantó todas las notas que Rossini sembró con sospechosa maldad en la partitura, sino que le agregó coloraturas y ornamentaciones propias que la hacen ascender hasta el Mi sobreagudo. Pero si en esa ocasión asombró por llegar hasta ese sonido imposible, en la cabaletta "Vien diletto", de I puritani, de Bellini, alcanzó un Mi bemol sobreagudo sobre el cual se detiene largamente como quien cantara una nota sencilla y al alcance de cualquier garganta. En "Ombre légère", de Le Pardon de Ploërmel, de Meyerbeer, dialoga con su sombra haciendo ecos que implican cambios de colores, de timbres y de intensidades con una facilidad pasmosa. Pero sus técnicas vocales no son las de una brillante acróbata vocal sino que son las herramientas que utiliza para interpretar música y personajes como los dioses. Sólo por señalar una, podemos recordar su maravillosa, penetrante y conmovedora recreación del aria de Elvira, de la ya mencionada I puritani.

Nicolas Testé comenzó un poco tenso. Su aria inicial fue "La calunnia", también de El barbero de Sevilla. Su voz espesa y atractiva pareció ser su mejor atributo. Pero cuando abordó "Elle ne m'aime pas", del Don Carlos de Verdi original, en francés, afloraron invictas y dolorosas las emociones y el desconsuelo del rey Felipe y la primera gran ovación le llegó merecida. También entonó de modo sublime, luego, "Di sposo, di padre", de Salvator Rosa, de Antonio Carlos Gomes y "Si, morir ella de", de La Gioconda, de Ponchieli.

Después de una brillante y exactísima interpretación de la obertura de Candide, de Bernstein, Damrau y Testé, cerraron el concierto con el dúo "Bess You is my Woman Now", de Porgy and Bess, de Gershwin. La ovación del final fue tan ruidosa como interminable. Y hubo piezas fuera de programa. Ella cantó "O mio babbino caro", de Gianni Schicchi, de Puccini. Él cantó "Vecchia zimarra", de La Bohème, también de Puccini. Y juntos, marido y mujer en la vida real, cerraron una noche mágica entonando "Somewhere", del West Side Story, de Bernstein.

En el final, abundaron los rostros de felicidad en todos los habitantes que poblaban el escenario, la platea y los palcos. Especialmente Damrau, pero también Testé, Perusso y los músicos de la orquesta habían construido una noche ideal, la mejor.

Fuente: La Nación. Espectáculos

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