Mozart regresa al cine de la mano de Sturminger
En Casanova variations, que se estrenará este jueves, se retrata el cruce entre el célebre aventurero, interpretado por John Malkovich, y el músico
Casanova, sin nombre y sin biografía conocida, fue un aventurero, un conquistador infatigable que dispuso de cuantas mujeres quiso y cuyo apellido, precisamente, devino en un sustantivo que refiere, precisamente, a quien es célebre por sus aventuras amorosas. Con todo, el hombre real tuvo una historia muy peculiar y, más allá de ser un empedernido conquistador de virilidad indoblegable, fue un diplomático que sirvió a varios patrones, un escritor avezado tanto en italiano como en francés y, según algunas fuentes, un intrigante político, casi un agente secreto de lealtades múltiples. En el final de su vida, cuando oficiaba de bibliotecario para el Dux de Bohemia, escribió, en francés, Historia de mi vida, de certezas poco fiables, pero que, en última instancia, lo revelan como un buen escritor de un género que va entre la crónica y la ficción. Basada en este libro y "en escenas de ópera de Lorenzo Da Ponte y Wolfgang Amadeus Mozart", Michael Sturminger ha elaborado la película Casanova variations.
Giacomo Casanova, veneciano, vivió entre 1725 y 1798. Mozart, de brevísima existencia, llegó después, en 1756, y partió antes, en 1791. En sus últimos años, el músico nacido en Salzburgo se asoció con Da Ponte. Del encuentro surgieron tres óperas magistrales, Las bodas de Figaro, en 1786; Don Giovanni, al año siguiente, y Così fan tutte, en 1790. En sus memorias, Casanova da cuenta de haberlos conocido a ambos y hasta abunda en detalles que, como todos los que pueblan su libro, pueden o no haber sido reales. Como fuere, en un alarde de creatividad, Sturminger hecha mano a escenas de esas tres óperas para dotar a su película de un innegable espíritu operístico.
En Casanova variations se superponen épocas, tiempos y personajes. John Malkovich es el Casanova terminal, es el Casanova de ficción, en una puesta teatral que tiene lugar en la actualidad, en un teatro de Lisboa. Y también es él mismo, el actor que se despoja de los dos Casanova. Y no sólo eso. Todos los personajes de la película tienen su duplicado lírico que participa en escenas de las tres óperas mencionadas. Las similitudes de perfil entre el Casanova real y el Don Giovanni mozartiano podrían hacer presumir que serían escenas de esta ópera las que más aparecen en la película. Pero no es así y, sutilmente cambiadas y con mínimas alteraciones, aparecen segmentos de las tres óperas de Mozart y Da Ponte.
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En la película, no es Leporello, el sirviente de Don Giovanni, quien canta el catálogo de las mujeres conquistadas, sino el mismo Giovanni/Casanova, a través del barítono Florian Boesch, algo así como el Giacomo II. En la primera escena del último acto de Las bodas de Figaro, Barbarina, desesperada, canta "L'ho perduta", pensando en "la spilla", el broche que su amo le había dado para entregar a Susanna. En el film, una mujer desconsolada cambia el género del participio y canta "L'ho perduto", lamentando que su embarazo llegara a mal término. El bellísimo trío "Soave sea il vento", de Così fan tutte, que habla de la brisa que impulsa al barco que se lleva a los amados mientras las hermanas permanecen solitarias en tierra firme, aquí acompaña al triste final de un noble polaco que es batido en un duelo. Doblemente triste ya que el perdidoso Conde Branicki es interpretado por Jonas Kaufman, el más maravilloso tenor de estos tiempos que apenitas si está algunos instantes en la pantalla. Además se escuchan las voces de Miah Persson y de Anna Prohaska, Martin Haselböck dirige la Wiener Akademie y, por acá y por allá, aparecen, siempre resignificadas, otras escenas de óperas y sinfonías de Mozart.
El único punto discutible es el del Malkovich/Casanova anciano y consumido que, en el final, se suma al canto de Florian Boesch, su álter ego, para mal entonar "Deh! Vieni alla finestra", además, con un italiano penoso y una rusticidad tan palmaria como innecesaria. Ante tantos cuidados y adaptaciones musicales de altísimo valor, Casanova podría fallecer con más dignidad. En la ópera, vale la pena recordarlo, los moribundos gozan de buena salud vocal y en esas ocasiones, aun exhaustos, apuñalados o maltrechos cantan sus mejores arias.
Fuente: Pablo Kohan | Para LA NACIÓN